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abril 13, 2012
Coartada libertad, revolucionada personalidad
La oscuridad nocturna oculta el tono rojo de sus manos ensangrentadas. El remordimiento y la satisfacción del trabajo bien hecho se turnan en su mente. No podía juzgar por el momento las repercusiones de su gran acto. El lago, negro espejo gigante, mostraba el rostro de un hombre tranquilo. Tranquilidad que disfrutaba también sus aguas, corrompida en ese instante por el brutal choque de un pañuelo teñido de manchas rojas que contenía un objeto pesado y no muy grande. Era una lástima que el lago no pudiera tragar también hacia su fondo los sentimientos. A consecuencia de esto no volvió a ver la luz, comenzó una vida nocturna. Daba paseos en la oscura soledad. La tranquilidad era de las pocas virtudes de su nueva vida. Cual murciélago se dejaba llevar por sus sentidos en la oscuridad, se había convertido en algo inimaginable, se odiaba. El sentir de los barrotes le recordaba quien era cada mañana. Sentado en una esquina seguía expresando sus sentimientos como mejor sabía, en un folio, un gran folio convertido en pared. Preciosos párrafos y versos escritos desde lo más profundo de su corazón decoraban aquel angosto lugar y describían los sentimientos de un hombre arrepentido. No había barrotes que pudieran cortar su gran facilidad para escribir.
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