La fuente emanaba agua sin ningún esfuerzo. El césped, más verde que nunca, se movía en la dirección del viento. Las ramas de los árboles agitaban suavemente las hojas que en ellas permanecían. El banco seguía ocupado hacía un par de horas.
Sus besos se hacían interminables, mágicos. Sus manos se fundían en una. Con los ojos cerrados disfrutaban el sentir del roce de sus labios. Su mera presencia se hacía magnífica. Minutos que volaban cuando estaban tan cerca. Lejos quedaban los problemas de antaño, les tocaba disfrutar. Esa sensación difícilmente explicable de ser capaz de cualquier tontería por agradarle. Dibujar una sonrisa en sus rostros era de sus pasatiempos favoritos. Increíble lo que sientes cuando haces feliz a quien te hace feliz, pasar los días a su lado y que cualquier problema se haga diminuto al recordar su presencia, y sobre todo, su apoyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario